
La Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO) proyecta que la producción agrícola debería aumentar un 60% para cubrir la demanda de alimentos hacia 2050. Sin embargo, la producción agrícola para alimentación es una de las actividades humanas con más impacto ambiental. Además del impacto de huella hídrica y pérdida y degradación de suelos, la producción de alimentos también genera gases de efecto invernadero (GEI). En este contexto aparece el modelo de economía circular, que busca maximizar el valor de los recursos y minimizar los residuos y la contaminación. En este artículo repasamos este modelo y de qué forma se puede aplicar en empresas agroindustriales.
Economía circular: un modelo para atenuar los impactos negativos para el medio ambiente

El objetivo del modelo de economía circular es desvincular el desarrollo económico global respecto del consumo de recursos finitos. En este sentido, representa un cambio drástico a los sistemas de producción y consumo actuales. Se busca una producción regenerativa y restaurativa, que mantenga el valor de los recursos naturales y de los productos. Para lograr esto, se limita de manera exponencial los insumos de materias primas y energía. A la vez, estos procesos evitan la creación de residuos y efectos negativos derivados, atenuando los impactos negativos para el medio ambiente, el clima y la salud.
El modelo de economía circular persigue objetivos ecológicos, entre ellos la reducción considerable del dióxido de carbono y de los desperdicios. La idea es generar modelos de negocios más sostenibles mejorando la cadena de suministro con la aplicación de una agricultura regenerativa que capture más carbono. Este enfoque se está volviendo cada vez más importante en el mundo empresarial y, en particular, en las empresas agroindustriales. En este sentido, la economía circular podría brindar valor a esta industria agropecuaria, ayudando en el ahorro y la reutilización de recursos y materias primas para la producción y el consumo.
Producción de biogás: una alternativa energética para los residuos agropecuarios
Un ejemplo de economía circular es la producción de biogás. De hecho, la Unión Europea lo ha señalado como una de las fuentes de origen no fósil capaz de garantizar la independencia energética de un país. Además, sirve para la reducción de la contaminación atmosférica provocada por la emisión de gases de efecto invernadero. Tanto el biogás como el biometano pueden ser la respuesta al gran desafío que implica la gestión de desechos orgánicos. Las plantas de biogás son capaces de transformar los residuos agropecuarios o agroindustriales en una fuente renovable. Además, puede contribuir al desarrollo de una agricultura sostenible.
El proceso por el que se obtiene biogás se denomina digestión anaerobia. Tiene lugar dentro de grandes depósitos cerrados y se da gracias a la acción de un grupo de bacterias específicas que descomponen los residuos orgánicos en productos gaseosos y en digestato o digerido (mezcla de productos minerales y otros compuestos). Su funcionamiento se podría comparar al proceso de fermentación que ocurre durante la producción de cerveza artesanal. El uso de tecnologías sostenibles como la digestión anaerobia es una forma de aplicar el sistema de economía circular.
Cabe mencionar que se pueden instalar digestores anaeróbicos a pequeña escala no sólo en granjas. También se puede utilizar en empresas comerciales o de la industria alimentaria y comunidades rurales. Además, el biogás obtenido también puede ser utilizado como combustible para vehículos. La instalación de un digestor anaerobio para producir biogás es una de las mejores formas en que los ganaderos pueden reducir la huella de carbono de sus explotaciones agrícolas de porcino o bovino. Ayuda a resolver el gran problema ambiental que generan los purines y también sirve como forma de autoabastecimiento energético.
Huella hídrica y de carbono: dos formas de medir el impacto medioambiental
El mismo principio de reutilización de recursos puede aplicarse al uso del agua. La escasez de recursos hídricos se ha acentuado en los últimos años causando efectos perjudiciales sobre nuestro medio ambiente y nuestra economía. La reutilización del agua se presenta como una alternativa valiosa para aumentar el suministro de agua y reducir el consumo de un bien cada vez más escaso. Además, también se presenta como una modalidad de reciclado de nutrientes en la agricultura, reduciendo la necesidad de fertilizantes minerales.
Otra de las herramientas para aplicar la economía circular en el sector agroindustrial es mediante una auditoría energética. Se trata de una herramienta técnica para evaluar el uso de la energía mediante una inspección y análisis detallado de los consumos, pérdidas de energía y características de las infraestructuras. El objetivo de la auditoría energética es la identificación de todas las medidas de ahorro energético posibles para minimizar el coste y mejorar la eficiencia energética. Esto conlleva también una reducción del impacto ambiental.
El Gobierno español impulsa la economía circular en el sector agropecuario
En 2021, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico difundió el primer Plan de Acción de Economía Circular 2021 - 2023. Se trata de una estrategia que sienta las bases para impulsar un nuevo modelo de producción y consumo en el que el valor de productos, materiales y recursos se mantengan en la economía durante el mayor tiempo posible. Otro de los objetivos es reducir al mínimo la generación de residuos. De esta forma, desde el gobierno español se impulsan los proyectos que ayuden a lograr una economía sostenible, descarbonizada, eficiente en el uso de los recursos y competitiva.
Habitualmente, se resume la filosofía de la economía circular con las famosas “tres erres”: reducir, reutilizar y reciclar. El objetivo es optimizar los recursos disponibles y no malgastar la producción. De hecho, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, entre el 30% y el 50% de los alimentos comestibles producidos no llegan a ser consumidos. Esta circunstancia hizo que a principios de este año entrara en vigor la Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario. Esta normativa obliga al sector a disponer de infraestructuras y personal adecuado, así como a medir o informar anualmente sobre la cuantificación de las pérdidas producidas.
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