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Registro de la Huella de Carbono

¿Qué es la huella de carbono?

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La huella de carbono es la cantidad total de gases de efecto invernadero (GEI) que generan nuestras acciones individuales y nuestras actividades económicas, de forma directa o indirecta, ya sean las de una persona o las de una empresa. 

Todos dejamos una huella de carbono a nuestro paso. Por ejemplo, con la cantidad de gas natural o de otros combustibles fósiles que utilizamos para la calefacción de una vivienda o una oficina, o bien para poner en marcha la maquinaria de una fábrica, unos almacenes o en vehículos de transporte.

Este consumo de energía genera emisiones que se liberan en la atmósfera en forma de compuestos como el metano (CH4) o el dióxido de carbono (CO2).

Los gases de efecto invernadero que se suelen considerar para el cálculo de la huella ecológica son los establecidos por el Protocolo de Kyoto (1997), que además de los dos compuestos mencionados anteriormente, considera gases como el óxido nitroso, los hidrofluorocarbonos, los hidrocarburos perfluorados y el hexafluoruro de azufre. 

¿Qué es el registro de la huella de carbono en España?

En 2011 el Ministerio para la Transición Ecólogica (MITECO) del Gobierno de España empezó a calcular la huella de carbono del propio Ministerio y sus edificios, desglosando fuentes emisoras como el consumo de combustible de sus vehículos, el combustible utilizado en los edificios, la climatización, el consumo eléctrico, las compras para el mantenimiento de los edificios, así como la ejecución de obras, el transporte y la gestión de residuos.

Finalmente, en 2014 se creó el registro nacional de la huella de carbono (recogido por el Real Decreto 163/2014, de 14 de marzo), que permite inscribir los esfuerzos de cualquier empresa u organización española en el cálculo y la reducción de sus emisiones, además de ofrecer la posibilidad de compensar parte de su huella de carbono mediante proyectos de reforestación que existen en todo el territorio nacional.

Todas las huellas inscritas deben ir acompañadas de un plan de reducción de las emisiones, que es revisado previamente antes de incorporar a la empresa en el registro.

¿Cómo se calcula la huella de carbono?

Existen diferentes métodos para calcular la huella de carbono (UNE-ISO 14064, Protocolo GHG, etc.). En ProCycla ayudamos a nuestros clientes a detectar cuánto y dónde se emite y damos respaldo al cáculo mediante la certificación de la huella de carbono de las empresas. Asimismo, realizamos planes de reducción que incluyen las medidas y los puntos donde es necesario actuar para reducir las emisiones, y cuantificamos la estimación de estas reducciones.

Para calcular la huella de carbono es conveniente seguir los siguientes pasos:

  1. Elegir el año para el cálculo
  2. Identificar las fuentes emisoras y decidir qué áreas se incluirán
  3. Recopilar datos de consumo (emisiones directas e indirectas)
  4. Multiplicar los datos de actividad por los factores de emisión
  5. Crear un plan de reducción de la huella de carbono.

Cálculo de la huella hídrica

El agua es uno de los recursos naturales más preciados del planeta. Todas las personas consumimos una determinada cantidad a diario y dejamos una huella hídrica, un indicador medioambiental que se refiere al uso directo de agua dulce de un individuo, país u organización, así como a la contaminación del agua asociada a los bienes y servicios que consumimos o producimos.

El cálculo de la huella hídrica también es de gran utilidad para evaluar la sostenibilidad del sector primario, y es especialmente importante en España, segundo país de Europa en lo que se refiere al gasto de agua, con más de 2.400 metros cúbicos por habitante al año, y en el que la agricultura es el sector que más agua consume en su proceso de producción.

De este modo, cuando se calcula la huella de carbono de una empresa o de un producto o servicio, también se suele añadir la huella hídrica, que debe incluir el consumo de agua de la organización que fabrica el producto o proporciona el servicio, más la de todos sus suministradores. Es decir, el consumo de agua en todo su ciclo de vida, que se puede dividir en dos tipos: potable y no potable.

Algunos ejemplos son el consumo de agua para uso sanitario, contra incendios, para el riego de jardines, para riegos agrícolas, para evitar suspensión de polvos, y también el consumo de agua en procesos industriales.

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